jueves, 11 de junio de 2009

Arte y artesano

De tanto en tanto viene a casa un hombre que me obliga a ponerme de rodillas y hacer lo que ya saben. Cuando hemos terminado, se sube a su

enorme-auto-gris, haciendo tintinear las llaves en su mano izquierda (el tintineo de las llaves como dientes de gitano en un cofre de oro puro).

Me hace un guiño desde el automóvil y es fagocitado de inmediato por una espesa nube de humo negro: oigo el bramido pestilente del motor como si acabara de irse, como si acabara

de doblar la esquina en la que está el duraznero. Enjuago mi boca varias veces, escupo con asco, maldigo entre dientes.

Luego creo a voluntad una visión del humo erizándose en el aire: manchas de rouge, besos desdeñados que la mano del viento borronea.

Finalmente llega el día. De tanto en tanto es esta tarde; a veces ocurre que es hoy y escucho su voz afiebrada pidiéndome que lo haga. “De rodillas”.

Tengo la sensación de haber estado escribiendo toda la vida.

1 comentario:

  1. wow! ... no viene nada mal, de vez en cuando, apretar bien fuertes los dientes. No creo que a alguien le importe la descendencia ni los parientes si piensa siempre con el pene.

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